Almonte Valonsadero se le puede considerar el jardín de todos los sorianos. Allí, donde se puede ir a coger setas, a ver pinturas rupestres, a montar a caballo, a merendar, a correr los toros por las fiestas o se puede ir, cuando las luces caen, a amarse.

Aquí entrenan campeones olímpicos y del mundo y su aire es diáfano y transparente y sus robles milformes y recios y sus rocas son rosas y violetas, su superficie es enorme, la suficiente como para pasear sin encontrarse con nadie o para quedar con todo el mundo. Se puede ir en bicicleta o andando y, desde hace dos siglos, su propiedad es del pueblo.