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Carta de un enamorado

Desde antes de conocerte, Vida Mía, tú reinabas mis sueños, tú llenabas mi esperanza y tú eras la musa de mis deseos cada vez que la lluna llena aparecía. Cada vez que una estrella errante caía, cada oportunidad que la superstición y el esoterismo me lo permitía, tú, sin saberte, sin forma ni imagen en mi mente, ocupabas todo el espacio que mi alma guardaba a la ilusión.

Después, sin quererte y sin buscarte te encontré tan dentro de mi que fue imposible ya separame de ti. Grandes baches hubo en este camino que juntos iniciamos, pero más grande era mi amor y más grande era el tuyo... Nos teníamos, nos amábamos. Con palabras y más palabras cuando la distancia quería probarnos... Con besos, abrazos y miradas cuando ésta nos daba margen y el destino y la locura nos juntaba.

Aún recuerdo con ternura la canción que mi corazón cantaba cuando iniciaba ese corto viaje de ida de 750 kilómetros hacia tus labios. Aún recuerdo cómo con mi movil vibraba todo mi ser cuando, sin más, me llamabas y me colgabas. Un beso. Esas llamadas perdidas que significaban besos y memorias conseguían que un teléfono insignificante se convirtiera en el bien más preciado que yo podía poseer. Mentía, engañaba, apartaba todo el dinero que tenía, que era poco, para poder comprar un billete que valía millones en mis manos, con dinero que debía usarse para la comida, para fotocopias, para algún libro... Mi hucha siempre estaba dispuesta a ser quebrada cuando había juntado las monedas suficientes como para acercarme a una ventanilla a comprar un pasaje a tu lado.



Todavía recuerdo el recuerdo que te tenía cuando, en medio de clases importantes de mi carrera, me levantaba y, con lo puesto, me iba a Barcelona e iniciaba un viaje. Un viaje que sería sorpresa y secreto. Un viaje con el que un fin de semana planeado se convertiría en una semana de vértigo. De emociones, de amor y de misterios.

Hemos sabido tejer juntos un destino precioso. Hemos vivido juntos las más maravillosas historias y las peores pesadillas. Pesadillas horribles y, aún y así, o gracias a ellas, seguimos aprendiendo juntos, seguimos haciendo camino... Mi Vida y compañera.

Compañera de un viaje que será eterno en un camino incierto. En el que tú y yo decidimos el ritmo y la dirección, en el que nuestra brújula es lo que dictan los latidos de nuestros corazones, los mapas los dibujan nuestras ilusiones y, en poca medida, pero también lo suficiente, el pensamiento y las razones intervienen.



Te Quiero, Vida Mía. Te Quiero y pasaría el resto de mi vida predicando nuestro amor. Puerta por puerta. Y sabría convencer al mundo entero que nuestro amor es cierto, que existen motivos para vivir esta vida. Y, sin embargo, no me separaré jamás de ti y no me importará que el resto del mundo muera si yo puedo seguir oliendo tu cuello y apartando tu pelo. No me importará si puedo seguir encontrando en tus labios aquellas palabras que no pueden ser pronunciadas. Si puedo seguir amándote y sentir que el corazón me estalla.

No hay San Valentín que valga. No hay Día de los Enamorados. No hay NADA. Porque nadie sabe lo que es el amor si no te ha amado y nadie sabe lo que es amar si no he sido yo el enamorado. No he sido construído para amar a nadie más que a ti. Nací junto a tí, crecí junto a ti y, tenlo por seguro,... moriré junto a ti.

Hace muchos años ya, vida mía, que inicié ese viaje. Hace muchos años ya, amor de mi vida, que nos acompañamos, nos ayudamos y nos amamos. Sabiendo que este billete a la felicidad extrema no tiene vuelta ni en esta vida ni en la que nos espera.

Te Quiero.

 

Última actualización: el 12/02/2013 a las 00:00

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